Introducción
“Al atardecer de aquel primer día de la semana, estando reunidos los discípulos a puerta cerrada por temor a los judíos, entró Jesús y, poniéndose en medio de ellos, los saludó. –¡La paz sea con ustedes! Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Al ver al Señor, los discípulos se alegraron. –¡La paz sea con ustedes! –repitió Jesús–. Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes. Acto seguido, sopló sobre ellos y les dijo: Reciban el Espíritu Santo. A quienes les perdonen sus pecados, les serán perdonados; a quienes no se los perdonen, no les serán perdonados”.
“Esta vida se manifestó. Nosotros la hemos visto y damos testimonio de ella, y les anunciamos a ustedes la vida del tiempo venidero (la vida eterna) que estaba con el Padre y que se nos ha manifestado”.

En el primer módulo, cada estudio introduce una clave del Evangelio que describe una característica del testimonio de Jesús, o lo que el apóstol Juan describe como “la vida…que estaba con el padre y que se nos ha manifestado” (1 Jn 1:2). Cada clave tiene carácter generador, como una ventana que abre vistas nuevas y horizontes llamativos sobre el carácter perdonador de Dios (ver clave 1), su reinado donde lo último es primero (ver clave 2), y nuestro discipulado con Jesús en busca de su “fiesta completa” (ver clave 3).
En el segundo módulo, buscamos sellar lo aprendido en el corazón, reforzando las claves por ejercicios de meditación y oración. En el tercer módulo, los participantes se conocen más, recontando testimonios y usando las claves como instrumentos que revelan significaciones e implicaciones prácticas en nuestro servicio al prójimo ajeno.
Juan 20:19-23, emparejado con 1 de Juan 1:2, enmarca lo planteado de forma sumamente sugestiva, puesto que, dentro del envío del Padre al Hijo, van bien introducidas las claves como características que apropiamos en el envío del Hijo a sus discípulos. Según la secuencia del texto, el soplo del Espíritu Santo es recibido por los discípulos para cumplir dicho envío, un ministerio de perdonar a otros, comisionado como tal por Aquel Crucificado en vista de sus cicatrices como señal del poder y el alcance de su perdón. A la luz de esto, reiteramos que las claves son intentos de explorar algunas características de “esta vida que se nos ha manifestado y anunciamos” (1 Juan 1:2).
Las claves:
- la fiesta completa del padre;
- actos costosos de amor inesperado;
- el reino al revés a servicio de lo último;
- pero yo les digo (Cristo el fundamento);
- Él nos amó primero;
- más que…
- un pueblo, dos tradiciones (Cristo el centro);
- las cicatrices del Cordero ayer, hoy, y siempre.
Las claves, como nomenclaturas, son dinámicas y adaptables. Son descripciones de hechos y como tal, no tienen la precisión de doctrinas o dogmas, ni el carácter descontextual de un principio deducido. Su carácter es encarnacional porque están fundamentadas en el testimonio de Jesús.
Con el octavo estudio, hallamos la clave maestra de nuestra exploración: Las cicatrices de Cristo el Cordero –el mismo ayer, hoy, y siempre. En su cuerpo transformado, con las cicatrices de los clavos en vista, el Cordero levantado de la muerte es vindicado y coronado por el Padre con el derecho de gobernar en la nueva Jerusalén conforme a su testimonio terrenal en fidelidad al carácter de su Padre perdonador y el ideal de su reinado al revés. De esta manera, afirmamos que Cristo ministró siendo el Cordero de Dios; murió y fue levantado siendo el Cordero. Además, reinará siendo el Cordero, la señal singular de la vida de Dios en la cual tomamos parte.